
La Marquesa de Querétaro: María Josefa Paula
Delante de cada gran marqués, hay una gran mujer: conoce a María Josefa Paula, la marquesa que realmente movió Querétaro en 1699
Ah, Querétaro… Una ciudad que se debate entre lo antiguo y lo nuevo, y en cada esquina se escucha una historia que parece sacada de telenovela. Pero hoy no les vengo a platicar del típico chisme de la plaza, sino de una dama que, aunque hace siglos ya salió del escenario, sigue causando revuelo cuando su nombre aparece en las tertulias: María Josefa Paula Guerrero Dávila, la esposa del famoso Marqués de la Villa del Villar del Águila.

Sí, sí, ya sé que todos conocen al marqués por su acueducto monumental, esa obra que parece una especie de “puente de piedra” interminable que aún hace que los turistas volteen a ver. Pero, ¿y la marquesa? Ah, mi querido lector, la marquesa era otra cosa. Esa mujer no era flor de un día ni simple acompañante del marqués. ¡Ni modo! Ella era la verdadera reina de Querétaro en su tiempo, y déjenme les cuento por qué.
La rica más rica (literalmente)
María Josefa Paula no era cualquier dama. Su apellido largo y complicado no es solo para impresionar, sino para recordar que venía de una familia con una fortuna de aquellas que solo escuchas en cuentos. Tan rica, que dicen que su bolsillo fue el que realmente puso la pila para que su esposo pudiera construir el acueducto. Sí, ese que hasta las novias usan como fondo para fotos románticas.
Se casaron en 1699, y se dice que la boda fue todo un evento social. Pero la verdadera fiesta la armó la marquesa después, con su estilo, su presencia y esa manera de manejar las cosas que hacía que todos supieran: “Aquí manda ella”.
La mansión que hizo suspirar a todo Querétaro
¿Han visto la famosa Casa de la Marquesa? Esa joya arquitectónica que todos presumimos en el centro histórico. Pues esa no fue un capricho del marqués ni un regalo cualquiera. Fue construida especialmente para que María Josefa viviera como una verdadera noble.
Imagínense los bailes, las tertulias, los vestidos que relucían más que las estrellas, y claro, las historias que corrían por los pasillos. Aunque algunos dicen que la casa guarda secretos, y que por las noches se escucha el eco de risas y susurros, la verdad es que la marquesa sabía bien cómo dejar su huella.

La leyenda, el amor y la chacota
Por supuesto, en Querétaro no faltan las historias picantes y las leyendas con un toque de picardía. Se dice que el marqués se enamoró de Sor Marcela, una monja capuchina, y que fue por ella que construyeron el acueducto para llevar agua al convento. Ahí es donde entra la chacota del pueblo: “¿Y la marquesa? ¿No se puso celosa?” Pues, al parecer, la marquesa era tan fina y con tanto carácter que ni le bajaba una mirada al marqués cuando le contaban esas cosas.
Así que, en la tertulia de la plaza, no faltan quienes dicen que la marquesa, en lugar de llorar, se reía y se burlaba de todos, porque ella sabía que sin su dinero y su fuerza, ni siquiera habría acueducto ni leyendas que contar.
¿Por qué recordar a María Josefa Paula?
Porque, a fin de cuentas, muchas veces los nombres que brillan en la historia son solo la punta del iceberg. Detrás de ese marqués que todos conocemos, hubo una mujer con más poder del que se le reconoce, una mujer que con su fortuna y temple dio forma a la Querétaro que todavía admiramos.
Y, ya para cerrar con la típica chacota queretana: si el marqués fue el constructor, la marquesa fue la verdadera arquitecta… del dinero y del corazón (aunque con menos drama que en las novelas).
Celimax
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