Para la libertad: un musical que te conmueve el alma.

Por Fernanda Olvera

Fui a ver Para la libertad: México 68 y todavía sigo con la piel chinita. Es impresionante: desde la fuerza actoral hasta la entrega vocal, pasando por una producción que se siente honesta y profundamente conmovedora. Los arreglos musicales de Hugo Morales son brutales, de verdad. Y los músicos en vivo —piano, guitarra, bajo, batería— le dan una energía increíble a cada escena. Todo bien logrado, todo vibrante.

La obra, escrita y dirigida por Omar Olvera, revive el espíritu del movimiento estudiantil de 1968. Los protagonistas son un grupo de estudiantes de la Academia de San Carlos que, a partir de una fiesta de disfraces, terminan envueltos en una de las etapas más dolorosas y emblemáticas de nuestra historia reciente. A través de ellos, la puesta en escena nos hace reflexionar sobre la libertad de expresión, la violencia, los derechos humanos y la importancia de la juventud como motor de cambio.

Un elemento que hace único a este musical es su música: está construida con canciones de Joan Manuel Serrat, con la autorización del propio artista. La dramaturgia combina lo histórico con lo poético, logrando momentos de gran intensidad emocional que conectan tanto con quienes vivieron aquella época como con las nuevas generaciones.

El montaje nació como un proyecto universitario en la UNAM bajo el título Barquito de papel, y con el tiempo creció hasta convertirse en una producción profesional que ha pasado por teatros como el Nuevo Teatro Libanés, el Teatro Milán y el Teatro Interlomas. Desde entonces se ha consolidado como un referente de la memoria histórica en el teatro musical mexicano.

Lo que más me tocó fue cómo, a través del arte, se recuerda a los jóvenes del 68 no solo como víctimas, sino como soñadores que buscaban un país distinto. La mezcla de poesía, música y actuación consigue que el público se sienta parte de ese anhelo de libertad que, aunque viene del pasado, sigue siendo urgente hoy.

Hoy que es 2 de octubre, ver esta obra cobra un significado aún más profundo. No se olvida, no debe olvidarse. Para la libertad es un recordatorio de que los sueños y la voz de los jóvenes siguen siendo necesarios, que la memoria está viva y que el arte es una forma poderosa de resistencia. Salí del teatro conmovida, inspirada y con la certeza de que estas historias necesitan seguir contándose.

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