
La Llorona de San Miguel de Allende: del mito al miedo.
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- agosto 5, 2025
Cada ciudad y pueblo del centro de México guarda su propia versión de la leyenda de La Llorona, ese espectro que vaga por las noches cerca de los cuerpos de agua, vestida de blanco, con el cabello largo y suelto, lanzando un desgarrador lamento: “¡Ay, mis hijos!”.
San Miguel de Allende, en el estado de Guanajuato, no es la excepción. Según la tradición oral, este pueblo colonial fue escenario de múltiples apariciones de este ser fantasmal, condenado por un castigo divino tras haber ahogado a sus propios hijos, presa del dolor y la desesperación tras ser abandonada por el hombre que amaba.

Una versión de la leyenda local ubica a La Llorona en los antiguos lavaderos públicos de El Chorro, un sitio muy concurrido por las mañanas por mujeres que acudían a lavar ropa. Sin embargo, era por las noches cuando los hombres que regresaban de sus labores o de la cantina aseguraban haber visto a una misteriosa mujer lavando en soledad. Al acercarse para entablar conversación, la figura femenina revelaba su verdadera identidad: un rostro de yegua y un alarido estremecedor que rompía el silencio: “¡Ay, mis hijos!”.
Se cuenta que entre finales del siglo XIX y principios del XX, con el crecimiento de San Miguel, las apariciones de La Llorona se volvieron más frecuentes. Muchos habitantes comenzaron a asociar su grito con presagios de desgracias o tragedias inminentes.
Ante la inquietud popular, en 1913 se construyó una pequeña ermita en los terrenos de la Hacienda de los Siete Reales con la intención de apaciguar el alma en pena que vagaba por la zona. Tras la bendición del lugar, las manifestaciones del espectro cesaron, pero su historia permanece viva en el imaginario colectivo de San Miguel.

Hoy, la leyenda de La Llorona continúa siendo parte del patrimonio oral de la región donde se dice se encuentra la tumba de la llorona, un eco del pasado que aún resuena entre las calles empedradas de esta ciudad Patrimonio de la Humanidad.